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COLABORACIONES

Los municipios y la educación

Julio 01, 2015

El 9 de octubre de 2012 publiqué este artículo que desempolvé de los archivos electrónicos para compartir de nuevo. Los ajustes son menores, por circunstancias del tiempo y afinación estilística. La preocupación de entonces, como ahora, es estructural, en una coyuntura que debería significar punto y aparte. Las lecciones de las urnas, es decir, de la ciudadanía fueron contundente, pero temo que no estuvieron presentes algunos, los que ahora tendrían que soportar los cambios que la gente reclama.
El tema de mi artículo es el abandono de la función educativa por los gobiernos municipales. Y hace tres años, como ahora, regreso al punto, porque quienes gobernarán a la población colimense son partidos de colores distintos. Lo que está por verse es si también los estilos y sensibilidad.
El llamado es cada vez más urgente. Los municipios, con todo y su exigüidad financiera, no pueden seguir renunciando a la tarea (su obligación constitucional) de educar. ¿Tendremos que seguir repitiéndolo o aquí empezará a escribirse otra página?
Por qué no educan los municipios
Aunque el artículo tercero constitucional faculta a los municipios para impartir educación, su participación en el sistema educativo es marginal. En la estructura organizativa de los municipios la educación no es una prioridad y no existe una dirección encargada de atenderla. Sospecho que por su irrelevancia entre los políticos nadie se pelearía por ser director de servicios educativos municipales -o como se llamara-. En las campañas electorales no suele ser parte de la oferta de los candidatos y si no aparece ni allí, ya podemos estar seguros que nunca figurará en la actuación de los gobernantes.
El lugar que ocupa en los gobiernos municipales se puede explicar por la concepción corriente sobre educación. Como antaño, mucha gente sigue pensando que la educación es aquello que sólo ocurre cuando existen un salón, estudiantes y un profesor explicando, por tanto, son parte del ámbito educativo básico, nada más, las oficinas de la Secretaría de Educación Pública y las estatales, así como las del Sindicato magisterial que cuidan celosamente los intereses de los maestros.
Se pierde de vista que la educación no es patrimonio exclusivo de las escuelas, que lo ocurrido dentro de ellas es muy relevante, pero podría ser contrarrestado por un medio social hostil a los efectos benéficos del sistema escolar. Una sociedad, y dentro de ella las familias, en donde se privilegien ciertos valores y usos, contrarios a los que promueve discursivamente la escuela, será un duro enemigo de los enseñantes. Los estudiantes aprenden más por lo que ven y hacen los otros, que por lo que les pregonan que es bueno o vale la pena.
Se pierde de vista o se ignora que las ciudades y los pueblos también educan, con sus calles limpias o sucias, con sus trazos y edificios públicos, con sus parques, con la vialidad y el lugar que ocupan automovilistas y peatones, con la recolección de la basura, con la seguridad pública o el alumbrado, con los animales callejeros, con las quemas indiscriminadas, con banquetas y accesos para discapacitados, y este efecto, lo que se ve, lo que las personas hacen es más potente que los discursos.
Si las ciudades o los pueblos educan, si la calle y el barrio instruyen, también los municipios deberían educar, cuidando todos esos aspectos y con programas de educación comunitaria, no reservando su acción a las direcciones de cultura con sus pobres ofertas en la materia, en las que realizan actividades para pasar lista. La educación es una tarea social porque nos formamos en colectivos y porque todos somos partícipes jugando distintos roles. Lo dijo en la Universidad de Colima Fernando Savater, con autoridad y claridad: todos los niños y jóvenes se educan, vayan o no a la escuela, pero si no tienen un aula su educación queda en las manos de los peores ejemplos, de los "malos educadores", como la televisión o los poderes fácticos que hoy dominan en las sociedades.
Los municipios erróneamente se han retirado o no asumieron su papel formativo. Es verdad, los ayuntamientos no reciben presupuestos considerables para el sector, y no reciben porque no han exigido, pero si, por ejemplo, los diez ayuntamientos de Colima acordarán un plan al respecto y gestionaran recursos con audacia y creatividad, el dinero, más tarde o más temprano, llegaría y se invertiría en programas de educación no formal, de formación ciudadana. Con los años el efecto multiplicador de estos programas nos dejaría, no tengo duda, mejores pueblos y ciudades porque tendríamos buenos ciudadanos y eso, más temprano que tarde, significaría mejores gobiernos.

jcyanez.jc@gmail.com

Juan Carlos Yáñez Velazco

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